El ataúd que arrastraban

Tomada de “Experiencias en lo increíble pero cierto”. Otoño del 98. De la Profesora Constantina Parra Rogél.

El dueño de la casa donde vivimos, amaneció una mañana muerto. Pasando el novenario, una tarde que entraba a la sala, oí como que arrastraban un mueble de madera en un lugar indefinido; lo comenté con mi suegra y ella me dijo que ya otras veces lo habían escuchado, que seguramente era porque le había ofrecido un rosario al difunto y no le había cumplido.

Cada día, a diferentes horas, se escuchaba el mismo ruido, hasta que ya todos en la casa lo habíamos oído. Mi hija Martha, que entonces tenia seis años, dijo que arrastraban bajo la tierra una caja de muerto; nadie en casa había dicho esto, todos se referían a un mueble que arrastraban.

Una noche doña Jovita, mi suegra, reunió a toda la familia en la cocina, que era el lugar donde más se oía el ruido, para rezar un rosario por el eterno descanso del señor Anacleto, el dueño de la casa. Cuando estábamos en pleno rezo, se escuchó nuevamente el ruido justo bajo de mí, que estaba arrodillada; de un salto me puse de pie para salir corriendo, pero nadie se movió, por lo que solamente me coloqué al lado de mi esposo.

Todos siguieron rezando como si nada se hubiera escuchado y esa fue la ultima vez que escuchamos el ruido.